Pablo Martín
El lenguaje de la música, en oídos percusionistas.
En la foto, Pablo ensayando con su bandoneón.
“La música es lenguaje, un idioma; es un idioma universal y por eso conecta a las personas. Estando con alguien que no habla tu idioma nacional ni vos el de él, con instrumentos en mano y una mínima idea musical, te comunicas! Se genera un vínculo único a través de este hermoso lenguaje”…
Con estas palabras, Pablo Martin (28) nos cuenta en detalle su punto de vista acerca de la influencia que tiene la música en su vida, como abre caminos, une historias y crea o descrea modos y estilos de vida; además, cuenta cómo ve su desarrollo en la ciudad; Señala también que uno no solo encuentra un cable a tierra en la música, sino que el punto principal es convertirla en ese cable a tierra, disfrutándola en el hecho de sentirse uno mismo, de estar seguro en expresar lo que realmente forma parte de uno como ser. “Hagas lo que hagas, cuando no pensas en hacerlo mejor, o de tal o cual manera, sin prejuicios y seguro de vos mismo, es cuando disfrutas de verdad, y eso se transmite”. Y aclara que la exigencia debe estar cuando se dedica el tiempo a la práctica y el estudio. No al momento de “jugar” (tocar por liberación en búsqueda de ese cable a tierra).
Este músico multi-instrumentista, inició su camino desde la percusión. De niño escuchaba tocar el teclado a su padre Daniel; quien le enseñó algunas cortas melodías que despertaron en Pablo ya un interés por la música. A los 13 años de edad, comenzó a estudiar batería gracias a su hermana Yanel, que no solo tenía palillos y goma de práctica sino que le presentó a su primer profesor, Sebastián “el Chino”, quien lo motivó muchísimo en sus primeros pasos ya que lo invitaba a ensayos de su banda “Ildefonso” para tocar con ellos lo aprendido en las clases. Luego siguió sus estudios con Claudio Di Cicco, baterista de Abel Pintos, y posteriormente un tiempo con Hugo Vitali, integrante de la reconocida banda bahiense “La Llave”.
Aunque la percusión ya forma parte de su identidad, su experiencia y pluralidad musical lo llevaron por distintos instrumentos. En la búsqueda de ampliar sus conocimientos hacia un sector más melódico de la música, eligió las cuerdas e inició sus estudios en violín, con Franco Cipriani (músico de la orquesta sinfónica de Bahía Blanca) como mentor, y deja en claro que: “Es particularmente difícil el violín, porque además de exigir mucha aptitud auditiva, al no tener trastes, requiere de una precisa afinación constante; la ejecución es muy puntual”. En paralelo, comenzó a estudiar en el Conservatorio de Música de Bahía Blanca, inclinándose esta vez por los vientos, precisamente el Saxo, con Sebastián D’amicis, pero este pasaje también se vio truncado: luego de dos años cursados, el Conservatorio abre el estudio de Bandoneón, instrumento que lo conmueve debido a su gran admiración por el Tango, especialmente por el compositor Astor Piazzolla, por lo que opta por dejar el Saxo. “Empecé bandoneón con Julián Mansilla, es un instrumento increíble. El bandoneón es una caja mágica. Tiene 35 teclas de un lado, y 34 del otro, de las cuales alrededor del 90% abriendo el fuelle son una nota, y cerrándolo son otra distinta. Aproximadamente 144 ubicaciones de notas para aprender. El botón que se pulsa mueve un “brazo” de madera, que destapa una válvula de escape de aire, donde hay una “lengüeta” llamada peine, su material varía entre Zinc y Aluminio, que mediante la presión del aire que da el fuelle, hace vibrar el peine a una cierta frecuencia que define cada nota, siendo esta amplificada en relación a la intensidad con la que se abra o cierre el fuelle. Más allá de su complejidad, el bandoneón es muy especial, es el único instrumento acústico que te brinda un sonido estéreo, realmente una caja mágica”.
Tras toda su amplia experimentación con instrumentos de distinta índole, Pablo asegura que la percusión es lo que realmente lo identifica, aunque a modo de autocrítica cita un refrán y asegura que “El que mucho abarca poco aprieta”… “cuando haces un poco de todo, no llegas a perfeccionarte en nada, yo me siento muy identificado con esta frase, pero son elecciones de búsqueda. El abanico de aprendizaje es muy amplio pero los recursos no son siempre suficientes”.
En referencia a la música como objeto de estudio, asume que no es lo más recomendable comenzar su praxis académica desde niño. “Yo no mandaría a un hijo mío de chiquito a estudiar al Conservatorio. Conozco gente que al estar metidos en esa vorágine de tan chicos se agotaron, y una vez recibidos abandonaron sin nunca haber ejercido, es una pena. El Conservatorio tiene un gran nivel, lo que lo hace muy exigente y demandante, yo creo que si un niño quiere aprender música debe hacerlo a su ritmo y de forma particular, la adolescencia sí creo que es una buena etapa para comenzar a estudiar la música a nivel académico, junto con el secundario. Ojo, es mi opinión”. Con esto, nos deja en claro que el estudio de la música tiene sus vaivenes, esfuerzos y sus gamas grisáceas.
Pablo, enseñándole bases percusivas a su sobrino de 1 año
Hablando de sus experiencias como artista, cuenta que la primera vez que tocó en vivo fue en el club “Villa del Parque”. “¡Fue espectacular! Teníamos 15 años, estábamos con Fede (Rolando) y Miguel (Correa); fue el único recital con esa formación Al tiempo con Fede conocimos a Silvano ‘el Chipi’ Venturi y Luciano ‘luchin’ Lamtzev, y formamos “Pequeño Detalle”, principalmente de covers; también me juntaba a zapar con Jeremías (Bohoslavsky). Gran guitarrista, hermano de la vida y compañero en este camino con quien, junto a luchín en bajo, nació “Subliminal”. Tocamos varios años juntos, había muy buena química musical y hacíamos todos temas nuestros y algún que otro cover a modo de plus”.
“Hicimos recitales en el Peladero, dos en el Tablado, tocamos en la estación de trenes, y en la plaza. En la plaza fue algo muy bueno, distinto; fue la época en que todas las semanas tocaba una banda como recreación. Fue el recital más ‘Pink Floyd’ que tuvimos. Ahí tocamos con “Nehuén” una banda muy buena de acá; al igual que en el teatro Tablado. Después, tocamos una vez en ‘Casa Marx’, que estaba en Estomba y Paraguay en su momento; ese fue el recital más ‘under’ que dimos. Tocar en vivo, es algo muy especial, más allá de los nervios se disfruta de una manera única”
Pero por cuestiones de la vida y los mencionados vaivenes de la música, Subliminal quedaría sin bajista. “Con Jere zapábamos desde antes, siempre estuvimos conectados en la misma sintonía. Es una liberación increíble la verdad, tenemos una química especial, un vínculo que nos permite juntarnos a tocar y escaparnos un rato de todo. Hoy en día acá estamos, nosotros dos, ensayando firmes y buscando bajista.”.
Respecto a sus influencias, Pablo destaca a “Dani Buira”, ex batero de Los Piojos, como gran referente con sus “rockandombes”. Dice: “fue una de mis primeras influencias; después de él, hay tres bateros que me ayudaron mucho a tocar más liberado, ellos son Nick Mason de ‘Pink Floyd’, Martin Bulloch de ‘Mogwai’ y Chad Smith de ‘Red Hot Chili Peppers’, particularmente Pink Floyd me marcó un antes y un después en cómo sentir la música”. Y hablando de músicos compositores, principalmente argentinos, dice que “Astor Piazzolla fue un pionero de la música, marcó un gran estilo, el cual en parte me siento muy identificado. Hay un disco llamado “Reunión Cumbre” de Astor con Gerry Mulligan, tremendo saxofonista barítono; es increíble el modo en que combinan y contrastan las melodías y el tiempo, un disco perfecto, sublime. Sin dudas uno de mis preferidos”.
Opinando sobre la música actual, Pablo deja en claro la premisa de que los “hitazos” de radio generalmente no tienen nada que ver con el material del disco, que las canciones denominadas “comerciales” tienen una estructura definida entre repeticiones de letra, melodías y bases rítmicas, algo que incluso esta estudiado. Nos explica que “graban con muy poco rango dinámico, con los decibeles constantemente al límite de la saturación; esto hace que los matices no existan, lo que lo convierte en un sonido abrumador, muy efectivo al inconsciente como producto comercial más que artístico”.
Como conclusión, destaca que en la música es muy importante respetar sobre todo el tiempo/pulso, en simultáneo con la armonía. También aconseja buscar originalidad. Que si bien hacer versiones de canciones o tributos a otras bandas es lindo y se aprenden cosas, hay que intentar componer. El hecho de no copiar cosas es por ende buscar la originalidad, dice. “Tener una identidad te permite precisamente ser vos al momento de tocar, y el que te escuche por segunda o tercera vez, posiblemente te reconozca sin verte”.
Por último, aclara a quienes quieran aprender este idioma que para ser un músico virtuoso hay que estudiar a diario, no solo el instrumento sino también su lenguaje. “es un camino largo, tan exigente como sean tus metas, cada cual tiene las suyas. Lo importante es nunca dejar de disfrutarlo”. Sus agradecimientos son para su familia y su mujer, que siempre estuvieron presentes, bancando sus ensayos y estudios y agrega “la bata de por si es ruidosa, imaginate cuando recién arrancas, el saxo también, pero el violín al principio es de terror!” . También hace una mención especial para sus profesores: Claudio Di Cicco, Hugo Vitali, Sebastián D’amicis, Franco Cipriani y Julián Mansilla, que lo han llevado de un modo u otro a donde está hoy, para seguir avanzando y progresando en la música no solo como estilo de vida, sino como identidad y como elemento iconográfico de su persona. “les agradezco especialmente a mis profesores, que me compartieron sus conocimientos con muchísima dedicación e incentivo constantemente".


